Así eligen los partidos a sus líderes y candidatos en España: ¿debería replantearse?
Carles Pamies, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Xavier Coller, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Los últimos plenos del Congreso en España y sus acalorados debates ponen de manifiesto que los procedimientos y criterios de selección interna de los líderes y representantes políticos merecen una revisión. Estos, además, volverán al candelero cuando los partidos se preparen para las elecciones varias previstas para 2026 y 2027.
La selección de líderes y candidatos no es un tema menor en democracia, ya que afecta directamente a la calidad de la representación de la ciudadanía (corrupción incluida), las decisiones sobre cuestiones del bien común, la legitimidad de los políticos y los partidos y, en último término, la erosión de la democracia vía desafección y desapego hacia las instituciones.
Existen diferentes tipos de selección que van desde métodos más cerrados (eligen las élites del partido) y centralizados (desde las ejecutivas centrales) a más inclusivos (eligen los militantes o, incluso, los votantes o simpatizantes) y descentralizados (desde los territorios, por ejemplo). En España, la situación es heterogénea, como muestra un vistazo a las normas de selección y configuración de candidaturas.
Primarias, compromisarios y delegados
El PP prima la votación a compromisarios que se adhieren a las distintas listas que compiten. El PSOE usa un abanico de sistemas que van desde las primarias a los delegados para elegir las candidaturas electorales.
Prácticamente desde un inicio, partidos nuevos como Podemos o Ciudadanos hicieron de las primarias un estandarte diferencial, aunque derivaron hacia mecanismos controlados por las elites del partido. Sin embargo, otros partidos también relativamente recientes como Vox, utilizan métodos incluso más cerrados que los de los partidos tradicionales.
Más allá de las normas internas, los partidos tienen una vida social intensa que facilita y condiciona su funcionamiento. Esto explica que los parlamentarios tengan percepciones diferentes acerca de cómo han sido elegidos para ir en las listas.
Desde 2009 les preguntamos sobre esto. Los resultados indican que las formas inclusivas de selección están en retroceso, como muestra el gráfico siguiente.
A la espera de los resultados de la cuarta encuesta a representantes –cuyo trabajo de campo estamos terminando–, parece que la apertura de la selección en los partidos está en declive. No obstante, la selección no suele tener una sola etapa, y no todas las fases son igual de importantes.
Que un candidato sea elegido en última instancia por primarias no significa que estas sean el factor más determinante. A menudo, los líderes salientes nombran públicamente un sucesor, quien tendrá, casi con seguridad, la ventaja comparativa que le otorga el espaldarazo de su mentor. Otras veces, para ajustar los resultados de las primarias a la normativa (a veces por cuestiones de género) intervienen los órganos de los partidos.
¿Por qué los partidos eligen unos métodos de selección u otros? Hay elementos de peso que suelen ponderarse antes de tomar decisiones, así como razones a favor y en contra.
Quienes prefieren las primarias suelen insistir en que estas legitiman la selección al trasladar la decisión al conjunto de militantes, simpatizantes o votantes. Esta ganancia en “legitimidad democrática” puede mejorar la imagen del partido y/o reforzar la implicación de la militancia en la organización.
También se suele argumentar que ese sistema genera efervescencia colectiva entre militantes y simpatizantes de la que se puede derivar un aumento (más o menos temporal) de la expectativa de voto y de la afiliación.
Las primarias se suelen considerar como un instrumento de transparencia en la selección. Los candidatos en liza tienen que exponer ideas y medidas sobre las que en el futuro se les puede pedir que rindan cuentas. Son vistas también como un instrumento de renovación interna y, en este sentido, configuran un supuesto dique a la Ley de Hierro de la Oligarquía, formulada por Robert Michels, la cual establece que todas las organizaciones, incluso aquellas que buscan la democracia o son sus actores principales, inevitablemente desarrollan una estructura oligárquica. La renovación puede facilitar que una facción no se perpetúe en el puesto.
Finalmente, el recurso a las primarias parece encajar bien con el artículo 6 de la Constitución española, que prevé que la estructura y el funcionamiento de los partidos deben ser democráticos.
Fraudes y posibles pucherazos
Aquellos que, por el contrario, se oponen a las primarias, suelen insistir en distintos tipos posibles de fraude que afectan a las nuevas afiliaciones patrocinadas o motivadas por un candidato, a la potencial manipulación de las reglas y a posibles pucherazos. Se suele argumentar que, cuando hay varias candidaturas, se generan divisiones internas difíciles de restañar y que puede haber desequilibrios en la disposición de recursos materiales y financieros de los candidatos.
El posicionamiento del “aparato” del partido puede también afectar el resultado de las primarias que, además, pueden generar desequilibrios en términos de representación. A veces, durante las primarias se favorecen determinados perfiles respecto a otros (por ejemplo, a los varones en detrimento de las mujeres), requiriendo ajustes para encajar las listas con las exigencias legales o las cuotas que menoscaban parte de determinadas visiones de lo que deberían ser las primarias.
A su vez, con este sistema se facilita la intervención de grupos externos con intereses espurios que pretendan hacer avanzar su agenda o potenciar discursos populistas difíciles de adaptar a políticas públicas. Además, queda sin resolver el interrogante de a quién se rinden cuentas cuando se ha sido elegido por un sistema inclusivo y descentralizado.
Los partidos son los guardarraíles de la democracia y responsables últimos de a quién ubican en las instituciones de representación. Como tales, ponderan qué estrategias de selección resultan más útiles para maximizar los retornos en términos tanto electorales, de representación y de manejo de las expectativas e intereses de sus miembros, simpatizantes y potenciales votantes.
Si, además, prestan atención de forma honesta y transparente al tipo de políticos que entran en las instituciones y qué comportamiento promueven con los rivales y con la ciudadanía, podrían evitarse espectáculos como los habituales en la política en España, entre los que se encuentran los recientes debates sobre el currículum de los políticos y las actuaciones posteriores .
Carles Pamies, Investigador posdoctoral, Instituto de Políticas y Bienes Públicos (IPP), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Xavier Coller, Catedrático, Dpto. Ciencia Política y de la Administración, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Author: viajes24horas
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